El
grito venía de una chica parada justo en medio del autobús. Pude verle la
espalda al chico al que iba dirigida esta súplica, que se alejaba de ella sin
mirar atrás, con la puerta del autobús cerrándose entre ellos.
Pero
por ir pensando en el vuelo del papalote (como siempre) no me di cuenta de las
circunstancias que lo habían motivado. Y yo, que para eso me pinto sola, me
comencé a imaginar cuáles podían ser las causas de ese grito tan desgarrador.